En algunos casos hacen “chican” para dejar un espacio reservado al aparcamiento de motos que queda peligrosamente expuesto a la circulación del resto del tráfico. En otras ocasiones designa sólo una ampliación de la acera que se restringe al uso peatonal.

Los carriles bici no parecen seguir una línea recta porque sortean muchos otros obstáculos, esto dificulta que los ciclistas no se salgan de los mismos para “acortar” el camino. Además su trazado ha llevado a la eliminación del 18% de las plazas de aparcamiento para automóviles en la zona azul, y dificultado notablemente el acceso a los vados de muchos propietarios que temen salir marcha atrás. Antes tenías que controlar un carril antes de salir, ahora son dos, y los que circulan por él son usuarios especialmente vulnerables ante un accidente.

La crisis del coronavirus está teniendo un efecto colateral importante sobre la movilidad en las ciudades. La tasa que se abona al Ayuntamiento de Barcelona para mantener los vados, se paga por el uso de la acera para la entrada y salida de vehículos, pero también suelen ser utilizados (ilegalmente) para el aparcamiento temporal delante de bares, talleres (acceso con grúa), tapicerías, etc.

Ahora, abonar los 1.200 euros por vado no aporta los mismos beneficios, porque en muchos casos el carril bici impide que ningún vehículo se detenga en su zona de la acera.

Entre los 110 vados que han quedado parcialmente bloqueados por los carriles bici, se cuentan 16 que son entrada a aparcamientos de rotación y parkings privados. Más complicaciones para el aparcamiento, que según fuentes del Ayuntamiento, esperan que tenga un 90% de plazas reguladas en 2022.

Fuente: El País

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