Asociación Mutua Motera

      
 
 
Los primeros de Filipinas
  11 de Julio de 2013
  Los primeros de Filipinas

El calor es asfixiante. Hace apenas una hora que ha amanecido y parece que sea mediodía. Mis poros se han abierto nada más salir del climatizado ambiente artificial del hotel. El ejercicio físico va lanzándome a la vida. Solo ahora mismo, bajo este horrible calor tropical, me doy cuenta de que es mi primer día en Manila y que estoy corriendo sobre la fortificación de la ciudad vieja.

De las murallas hacia dentro, Intramuros, donde está la catedral o la iglesia de los Agustinos. Veo lo que piso: 1861, 1981, 1861, 1981… Los adoquines de la muralla tienen números grabados.

La primera fecha, 1861, me cuadra, deben ser adoquines españoles pues la colonia se perdió en 1898. La segunda fecha, 1981, me sorprende. ¿Por qué esta fecha del siglo XX? No lo entiendo. Sigo corriendo. Observo los inútiles cañones asomados a las almenas, los rascacielos de Makati City, la torre del reloj del ayuntamiento, la muchachada que va apareciendo para asistir a clase en la Universidad, el anómalo campo de golf a la vera de las murallas. Contemplo este paisaje por primera vez. Recuerdo mi viaje en moto desde España hasta aquí y de vez en cuando miro hacia el suelo y veo cómo mis pies pisan ora un 1981, ora un 1861.



Aquí cayó Magallanes

Arribé a la isla de Leyte después de abandonar Luzón y de rendir homenaje a Magallanes en el lugar donde lo mataron, en la vecina isla de Mactán. Cuando llegó a las islas que llamó de El Poniente, lo peor de su travesía estaba hecho. De cinco navíos y más de 250 hombres que salieron en 1517 de Sanlúcar de Barrameda regresaron 18 enfermos en un maltrecho cascarón. Muerto el héroe, Elcano logró concluir el viaje. Lo sabemos gracias al cronista de a bordo: el veneciano Pigafetta, que nunca enfermó y siempre apuntó cada detalle. A él le debemos también la primera constancia notarial de que se puede robar un día al tiempo. Llegados el 9 de julio a Cabo Verde, ya en la costa occidental de África, preguntaron a los portugueses qué día era. “Jueves”, respondieron, para gran sorpresa de Pigafetta, cuyo puntilloso diario señalaba miércoles.

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