Los vehículos eléctricos no producen emisiones al circular y
representan una forma limpia de movilidad. Sin embargo, siguen ofreciendo
autonomías limitadas, de unos 150 kilómetros de media por carga. Los vehículos
de combustión, en cambio, generan emisiones pero permiten recorrer, en
promedio, unos 800 kilómetros por depósito (diésel). La clave de la drástica
diferencia está en la capacidad energética de sus respectivas fuentes de
alimentación.
Según datos de Battery University, la gasolina ofrece un
potencial energético por unidad de masa de 12.200 Wh/kg (vatios hora por kilo),
y el gasóleo, todavía más capaz, alcanza los 12.700. En cambio, una batería de
litio manganeso se queda en 120 Wh/kg, ¡100 veces menos! Y una de litio
cobalto, en 150 Wh/kg. Estas son las principales composiciones utilizadas en
las baterías de los eléctricos actuales. En los laboratorios se trabaja
actualmente en la búsqueda de nuevas composiciones que permitan incrementar la
autonomía, pero es una tarea compleja, que quizá nunca llegue a buen puerto.
Las baterías siempre necesitan utilizar metales, que sean de un tipo o de otro,
tienen siempre una gran masa y un peso considerables. Los vehículos con
baterías siempre pesarán más de la cuenta. Si intentáramos crear un camión tráiler
eléctrico de 20 toneladas, el peso de las baterías sería de 6,6 toneladas y el
camión solo podría realizar 150 km con cada carga.
El potencial energético por unidad de volumen es otro valor
fundamental para determinar el rendimiento final del carburante. Y bajo este
prisma, la gasolina y el gasóleo no solo vuelven a ser notablemente mejores que
las baterías, sino que se convierten en las fuentes energéticas más capaces
para un vehículo. La gasolina ofrece un potencial por unidad de volumen de
9.700 Wh/l (vatios hora por litro). Y el gasóleo llega a 10.700 Wh/l,
explicando que los modelos diésel proporcionen autonomías superiores a los de
gasolina. En cambio, una batería de litio manganeso aporta 280 Wh/l, y una de
litio cobalto, 330 Wh/l.
Hay otras fuentes de alimentación que, aunque no son desde
luego la alternativa más adecuada para vehículos a motor, ofrecen valores muy
llamativos de energía. La grasa corporal, por ejemplo, alcanza el mismo
potencial energético por unidad de volumen que la gasolina: 9.700 Wh/l. Y el
carbón de caldera llega a 9.400.
En un vehículo, el espacio disponible para albergar la
fuente de alimentación es limitado, por lo que el combustible ideal será el que
aporte la mejor combinación entre los dos valores: energía por masa y energía
por volumen, es decir, la mayor densidad energética. Y, de nuevo, ventaja clara
de la gasolina y el gasóleo sobre cualquier otra alternativa.
Los gases, como el propano y el butano, apenas tienen peso,
por lo que al reunir cantidad suficiente como para sumar un kilo, el potencial
energético registra valores muy elevados y superiores a los de la gasolina y el
gasóleo: 13.900 Wh/kg para el propano y 13.600 para el butano. Aunque luego, a
igualdad de tamaño del depósito, cunden menos, por su menor densidad
energética. Con las baterías sucede lo contrario, porque como su energía por
kilo es baja, se necesitan bastantes kilos para proporcionar la cantidad de
energía necesaria para mover un coche durante una cantidad razonable de kilómetros.
El inconveniente principal con los gases aparece al tratar
de almacenarlos en un depósito, porque ahí entra en juego la energía por unidad
de volumen, que es más reducida: 6.600 Wh/l para el propano y 7.800 para el
butano. Y es que con valores de compresión comerciales, en un litro de volumen
no entra el suficiente gas como para poder rivalizar con la gasolina y el
gasóleo. Se podrían comprimir los gases a presiones enormes, pero entonces el
coste y complejidad de los depósitos se dispara exponencialmente.
El gas natural (comprimido a 250 bares de presión)
proporciona rendimientos por masa similares al propano y el butano y otorga
12.100 Wh/kg, pero baja mucho por unidad de volumen: 3.100 Wh/l. A cambio, es
mucho más limpio, porque tiene menos cadenas de carbón y al quemarlo produce
cantidades sensiblemente inferiores de CO2.
El combustible del futuro: El Hidrógeno
Pero el combustible de un automóvil hay que almacenarlo, y
el tamaño de los 'recipientes' (depósito o baterías) determina la cantidad de energía
que puede albergar un coche. El depósito de un modelo térmico actual es pequeño
en relación al tamaño del vehículo, pero los módulos de baterías de los coches
eléctricos son mucho más grandes y suelen ocupar cerca de la mitad de la
superficie libre entre los ejes de ruedas delantero y trasero.
Viendo estas cifras se podría optar prematuramente por dar
por muerto a los vehículos eléctricos, pero estaríamos desaprovechando su gran
ventaja. Comparando modelos eléctricos y
térmicos, y suponiendo pesos y aerodinámicas equivalentes, los eléctricos
barren en eficiencia mecánica: aprovechan el 90% de cada unidad de energía
disponible (si tenemos en cuenta solo el motor eléctrico alcanzan eficiencias
del 97%), por apenas un 18% de los térmicos convencionales de gasolina y un
casi 30% de los mejores híbridos-diesel. Podemos concluir que a problemática
radica en que el espacio disponible en los vehículos es muy limitado, por lo
que hay que encontrar un método de llevar suficiente energía eléctrica a bordo.
El hidrógeno, se posiciona como el combustible limpio del
futuro. Parece muy prometedor y sobresale por su enorme potencial energético
por unidad de masa, porque es el elemento químico más ligero: en estado
gaseoso, comprimido a 350 bares de presión, ofrece nada menos que 39.300 Wh/kg,
y en estado líquido, 39.000. El pero: que al almacenarlo en depósitos el
panorama cambia radicalmente, por su mínima energía por unidad de volumen: solo
750 Wh/l en estado gaseoso, aunque en estado líquido gana densidad energética y
sube a 2.600. La solución pasa ahora por encontrar un modo eficiente de
almacenar el hidrógeno. Hasta el momento las principales marcas han optado por
almacenarlo en depósitos de alta presión (700 atmósferas). Pero son depósitos
voluminosos, pesados y caros. El hidrógeno atraviesa las paredes de acero como
si no existieran, por lo que los depósitos están conformados por aluminio y
fibra de carbono vulcanizada (como los chasis de la F1). Eso los convierte en
auténticos artículos de lujo. Otra opción pasaría por almacenera hidrógeno en
compuestos químicos como los hidruros metálicos, pero con ello no evitamos el
problema del sobrepeso a bordo. La solución más prometedora, que se investiga en los laboratorios
de medio mundo, pasa por el"borano de amoniaco". Un compuesto químico rico en hidrógeno que es a la vez estable,
seguro y fácil de transportar. Se puede obtener en estado sólido o en una papilla
semilíquida, lo que facilita su transporte en camiones o por tuberías.
Aún falta por dar los últimos retoques a los nuevos
vehículos eléctricos, pero la próxima década augura un panorama completamente diferente
al actual. ¿Conseguiremos finalmente desengancharnos de la gasolina?