Como siempre pasa, los exaltados destacan mucho más que la mayoría de los aficionados, de los motoristas y de los moteros. Y también es verdad que no podemos hablar de motos simplemente cuando hablamos de circuitos de velocidad, también hay competiciones de cuatro ruedas. La idea que me ronda la cabeza es bien sencilla: si aprovechásemos mejor los circuitos de velocidad, sería posible mejorar de forma global la actitud a la hora de meternos en carretera.
Un circuito de velocidad como terreno de ‘fogueo’
Este tema tiene mucha miga, ya aviso. Para empezar, debemos olvidarnos de los “quemaos”, porque de esos siempre habrá. Es triste decirlo así, pero en los Grandes Premios o las concentraciones deportivas siempre habrá gente que haya bebido, que “queme rueda”, que le gusta correr en la carretera. Nosotros aquí hablamos de la gran mayoría, esos a quienes les encanta la moto, el coche, las carreras, disfrutar entre amigos, y no solo quemar la fiesta fuera del circuito para luego dormir en las gradas.
Para la gran mayoría de aficionados, disponer de un circuito de velocidad cerca para hacer tandas, para abrir gas en las rectas y rozar el corte de inyección mientras se sienten relativamente seguros en unas instalaciones homologadas, quemar adrenalina tres veces al año es muy beneficioso. Quien dice tres dice otro número de veces. El problema es el coste de ir un fin de semana a hacer tandas con los amigos. ¿Se puede afrontar? Una vez puede, dos, ya no se, tres o más… unos pocos.
El concepto que quiero defender aquí es el siguiente: si uno se foguea a gusto en un entorno seguro, va a tener menos ganas de correr en la carretera. Además, cuando se prueba a ir rápido en un circuito, la carretera tiende a perder atractivo. Esto, por supuesto, es subjetivo totalmente. A mi me compensa alquilar con unos amigos una pista de karting y correr durante una hora, quedando exhausto, antes que salir con el coche pidiendo guerra a la carretera.
Un circuito de velocidad como escenario de formación accesible
Los circuitos de velocidad albergan cursos de conducción de todo tipo. Unos más accesibles que otros, todo hay que decirlo. La presencia de instalaciones como estas hace posible que cualquier ciudadano de a pie pueda probar experiencias que no le deseamos si suceden en carretera. Es decir, en un circuito de velocidad podría experimentar con su propio coche situaciones peliagudas, y eso ayudaría no un poco, muchísimo a mejorar su percepción de la seguridad y de las reacciones del coche.
¿Por qué no es algo generalizado? Podemos hablar de costes, pero yo digo: si 100 personas pagan 100 euros por cabeza, 10.000 personas ¿cuánto tienen que pagar para cubrir los mismos gastos? el ejemplo es pueril, casi. Nunca se calculan así las cosas, pero nos llega para hacernos una idea. Si todos los conductores hiciésemos un curso en la vida, en un circuito, ¿no podrían bajar algo los costes?
La idea de todo este artículo viene a ser que tenemos instalaciones de lujo en España, muchos circuitos a los que se puede acceder a mayor o menor coste, y creo que estamos desperdiciando… bueno, que algunas instituciones están desperdiciando la oportunidad de fomentar el uso puntual de esas instalaciones para tomar las riendas en la educación vial de todos los conductores. No digo ya implantar mi disparatada idea de que a todos nos vendría bien un curso de conducción segura obligatorio cuando nos sacamos el carnet, pero habrá fórmulas más factibles de concienciar mediante la práctica a todo el mundo.