Pocas cosas se le resistían a Adolf Hitler en 1939. Justo antes de invadir Polonia –el arranque de la Segunda Guerra Mundial–, Alemania era una máquina perfectamente engrasada en lo político, lo militar… Y, por supuesto, también en lo deportivo. Su industria del motor (Volkswagen, Porsche, Mercedes…) estaba también volcada con su ejército, pero debía hacer algo más, especialmente BMW, que había creado las poderosas Kompressor, imbatibles para la época. “Un alemán debe ganar en la Isla de Man con una moto alemana”, cuenta la leyenda que decía el propio Hitler.
Y, con esta carta de presentación, lo lógico era intentar conseguir lo que nadie había logrado: derrotar “a los ingleses” en territorio británico, en esa Isla de Man que, además de tener el Parlamento más antiguo del mundo, sigue escondiendo a lo largo de sus 60 kilómetros carreras por carretera abierta, a la antigua usanza.
Bajo estas premisas, el norteamericano Timothy Carl (1954) novela en Kompressor (estos días se puede encontrar el libro de la Editorial Macadán, en la Feria del Libro en Madrid) aquel Tourist Trophy (nombre de esta carrera en ese pedazo de tierra entre Inglaterra e Irlanda) que empezó mal...
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