«A quien hace unos 8-10 años le decían que estaba haciendo una machada sobre la moto, ahora le tratan como un delincuente». Juan Manuel Reyes es el presidente de la Asociación Mutua Motera de la que forman parte cientos de aficionados al mundo de las dos ruedas. Hace pocos días daba una serie de consejos básicos para quienes ven la vida encima de una motocicleta o ciclomotor y no quieren sufrir las secuelas de ir protegido por una carrocería menos armada que la de los turismos y vehículos pesados. No obstante, reconoce al mismo tiempo que por fortuna el tópico del motorista que arriesga y acelera hasta quemar rueda «se ha destruido, ya que los estudios de velocidad media a la que circulan el coche y la moto de la DGT dicen que el primero va al límite legal, a 120-121 km/hora en las zonas permitidas, y el motorista incluso va a algo menos».
Derribada esa imagen del «motero kamikaze» en carretera, Reyes hilvana en otra dirección, confirmada por la directora de Tráfico, María Seguí: la tendencia a la baja de siniestralidad de las motos en el ámbito interurbano y carretera, no es así en el urbano. En los cascos de las principales ciudades es donde se sitúa en la actualidad el foco de los accidentes en una dos ruedas. El ocurrido esta semana en Madrid, con la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, como conductora de una «scooter» contra la que chocó un vehículo en el acceso a una arteria principal de la capital, ha centrado el debate en el uso del carril bus y también en la peligrosidad que entraña para las motos cierta ubicación del mobiliario urbano o en la existencia de demasiados puntos ciegos en el coche que dificultan la visibilidad de una bici, un peatón o una moto próximos.
Años de cierto respiro...
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