Y no es para menos. Obaya ha conseguido cumplir su reto, después de un viaje «único» de dos meses de duración y 27.000 kilómetros de recorrido, que, asegura, repetiría de nuevo. «Volvería a salir ahora mismo, sin descansar. Las experiencias tan gratas que he vivido compensan absolutamente todo lo que sufrido, por el calor y el frío», afirma, muy ilusionada al lado de su familia.
Esta maliayesa ha tenido que soportar temperaturas extremas a lo largo de su viaje por el Viejo Continente, así como dormir en campings, albergues o incluso hasta en la calle, dentro de un saco. «Sí, hubo días en los que tuve que pasar la noche en la terraza de algún restaurante», precisa. Y todo ello sumado al cansancio que de por sí genera pasarse doce horas diarias rodando sobre una moto. De hecho, tuvo que concederse un breve respiro y darse dos días de descanso durante su aventura, que tampoco entendió de suculentos menús, sino más bien de bocadillos. Aun así, los gastos se dispararon. «Al final, fueron unos 10.000 euros, a causa de la gasolina principalmente, ya que el único país donde estaba más barata que en España fue Rusia. Y también por los ferris, que tuve que tirar mucho de ellos en Noruega», expresa.
Pero si le preguntan con qué se queda, ella contesta: «Con toda la gente que he conocido. Hice muchos amigos. Y eso que en muchos países entré con recelo, después de todo lo que oyes hablar. Pero, al final, te das cuenta de que personas buenas las hay aquí y en cualquier otro punto del planeta», opina, sin perder la sonrisa ni por un instante. «Cuando sacaba las banderas, todo el mundo se quería hacer fotos con ellas. Y lo mismo con la moto. Les llamaba mucho la atención y me preguntaban que cuánto había costado. Al final, les decía que se subieran y eso era lo máximo para ellos», cuenta, sin olvidarse tampoco de aquel día en el que una familia turca, concretamente de Sivas, le invitó al ramadán. «Me recibieron genial», apunta.
No obstante, de los veinte mares que tiene Europa, Judith Obaya se queda, sin pensárselo dos veces, con el Cantábrico, justamente desde el que comenzó su aventura el pasado mes de julio. ¿La razón? «Por su olor y las olas. He visto mares espectaculares, pero como el de aquí ninguno», señala.
Sin apenas tiempo para descansar, esta policía ya piensa en nuevos retos. «Tantas horas encima de la moto te dan para pensar mucho, así que ya tengo en mente varias aventuras, que, desde luego, de llevarse a cabo, serán espectaculares», sostiene. Judith y «Tola» parece que no tardarán mucho tiempo en volver a cabalgar juntas.