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Artículo de Opinión: Límite 130, sus consecuenciasImprimir
11 de Diciembre de 2013
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Artículo de Opinión: Límite 130, sus consecuencias

Desde la AMM nos hacemos eco de las palabras que Luís Motoro Gonzalez, catedrático de Seguridad Vial en la Universitat de València y presidente de la Fundación Española para la Seguridad Vial (Fesvial), ha publicado en el periódico El Mundo.

Las sociedades conducen como viven y nadie puede negar que la velocidad es un importante valor social. El problema es que la velocidad en el tráfico es un grave peligro, que además se comparte con el resto de ciudadanos.

La velocidad ha sido muy estudiada y sobre ella existen multitud de datos científicos incuestionables, que deberían de tenerse en cuenta antes de tomar una decisión de riesgo, como es subir de 120 a 130 km/h la velocidad en algunos tramos de autopistas-autovías. 

Primero: no hay una clara demanda social de esta subida, ya que según una reciente encuesta del CIS sólo la apoyan el 37% de los conductores. 

Segundo: se produciría un mayor incremento del consumo de carburantes y de contaminación medioambiental (ECMT, OCDE). 

Tercero: hará confusa, compleja y costosa la gestión de los tramos 130, mediante paneles de mensajería variable, que deberán informar en tiempo real del estado de la vía y con estudios rigurosos y constantes de la seguridad en esos tramos. 

Cuarto: en los tramos de 130 habrá más dispersión de velocidades, una de las causas objetivas de mayor accidentalidad. 

Quinto: habrá que aclarar si en la práctica 130 se puede convertir en 140 de radar. A 140 un impacto es como caer desde 22 pisos de altura. 

Sexto: se incrementarán los accidentes por fallos mecánicos. Por ejemplo, en las vías convencionales los muertos por reventón no llegan al 1%, mientras que en las autovías-autopistas son globalmente el 15%. 

Séptimo: según distintos organismos como la OMS, ETSC, ECMT, TRB, OCDE, etc., prestigiosos modelos como el de Nilsson o los resultados del metaanálisis de un centenar de investigaciones de impacto, concluyen que el aumento de la velocidad, especialmente las altas, siempre correlaciona con más accidentalidad y/o mayor gravedad. 

Octavo: los datos de países que en algún momento subieron sus velocidades, como Australia, Hungría, EEUU o Israel, dejan claro que siempre se produce un aumento significativo de la siniestralidad y la gravedad. El caso más reciente y estudiado es el de Dinamarca. En 2004, en algunas autopistas se subió la velocidad de 110 a 130, y aumentaron las muertes en un 38%. Es más, se descubre que a partir de 120, por cada kilómetro que se incrementa la velocidad, se elevan las lesiones en un 11%. 

Noveno: de 120 a 130 no son sólo diez kilómetros. Simplificando, el impacto y la distancia de frenado son proporcionales al cuadrado de la velocidad. 

Décimo: no es suficiente un gran coche y una buena autopista para garantizar la seguridad. La velocidad es un riesgo transversal y potencial, que afecta y agrava cualquier error humano por distracción, fatiga, sueño, estrés, alcohol, etc. Hay más datos que cuestionan una subida a 130 km/h; veremos los que se dan para justificarla. 

Una reflexión final en relación con la velocidad. Hace muchos años el gran humanista y médico Gregorio Marañón, nos dejó un serio aviso para navegantes: «Viene una época en la que acabaremos con muchas enfermedades, pero nos matarán las prisas».  


Fuente: El Mundo
 
 
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