Los países en vías de desarrollo poseen la mitad de los 1.000 millones de vehículos existentes en el mundo, pero concentran el 80% de los 1,3 millones de muertes por accidentes de tráfico. Los siniestros, además, implican un gasto público equivalente “al 2% del PIB de los países desarrollados y hasta el 5% del de los demás”, según Steve Lowson, de la ONG británica Programa de Calificación Internacional de las Carreteras (iRAP, en sus siglas en inglés).
La situación podría empeorar con la llegada del desarrollo y el consiguiente aumento de la tasa de habitantes con vehículo propio, pero sin la adecuada formación y cultura de la seguridad vial. En muchos países de América Latina “el carné de conducir simplemente se compra”. A lo que habría que sumar una mezcla explosiva de infraestructuras inadecuadas, vehículos obsoletos y un escaso o nulo mantenimiento.
“No son furgonetas, son latas abarrotadas de gente y lanzadas a toda velocidad. Los conductores trabajan a comisión, las reparaciones se hacen con cinta adhesiva y no es raro ver los vehículos volcados tras un accidente. Más de una vez he pedido que me dejaran bajar”, cuenta una responsable de comunicación de Médicos Sin Fronteras que vivió casi una década en Suráfrica, al describir los minibuses, uno de los transportes más usados en el país.
“Hay una clara correlación entre la cantidad de vehículos y el número de fallecidos” sostiene Michael Chippendale, portavoz de la Asociación Global para la Seguridad Vial (GSRP, en sus siglas en inglés), una ONG británica. “A veces ni siquiera tener buenas leyes puede ser suficiente. En Rumanía hay multas muy elevadas, pero nadie persigue a quien no las paga, por lo que acaban siendo inútiles”.
INADECUADA ORDENACIÓN URBANA
Las ciudades en la mayoría de países en vías de desarrollo se expanden de forma anárquica. Por los que la improvisada construcción de carreteras muy a menudo no incluye vías peatonales o arcenes para vehículos de dos ruedas. Resultado: la mitad de los fallecidos en accidentes son peatones, ciclistas y motociclistas. “La gente camina por las carreteras. No es raro ver a ciclistas que viajan en sentido contrario al de los coches, y motos diminutas que transportan familias enteras y hasta decenas de gallinas... Los vehículos no tienen faros y las carreteras no están iluminadas: desplazarse de noche significa arriesgar la vida”, relata María Jesús López López, de la ONG Madre África, que viaja con frecuencia a Etiopía y Burkina Faso. No sorprende que en África, donde los peatones son el 38% de los usuarios de las carreteras, haya de media 24 muertos en accidentes por 100.000 habitantes. En Europa no superan los 10,3.