Los helvéticos han aprendido a respetar la velocidad y eso ha supuesto que los radares de Zurich pasaran de sancionar una media de 60.000 vehículos en 2009 a tan solo 29.500 en 2013. Al disminuir el número de multas impuestos por algunos radares, su rendimiento no es lo suficiente alto para pagar los costes de mantenimiento.
Los radares necesitan un mantenimiento constante, que es intensivo en mano de obra: reparaciones, reposiciones, especialmente si han sufrido acciones vandálicas o de sabotaje. Además consumen electricidad e Internet. Todo ello los convierte en máquinas sumamente costosas que solo se rentabilizan con un determinado número de sanciones al año.
Tras la medida de reducción del número de radares, la policía Suiza aspira ahora a controlar la velocidad en las zonas más conflictivas, especialmente en el entorno de las grandes ciudades.