En absoluto pretendo tan siquiera imitarle, nada más lejos de mi intención y de mi nula capacidad para intentarlo. Tan solo es un breve juego de palabras.
Sin embargo motos y bicicletas necesitan de quien las mantenga en movimiento y ello otorga a unas y otras un espacio común entre quienes las usamos. Referirme a la época estival de su título resulta de obligada cita en esta ocasión. Citarlo (el título) me viene al caso plenamente.
Más de un mes y medio llevamos con un verano riguroso, padeciendo unas temperaturas muy elevadas ¿podríamos decir que es “un verano como los de antes…”? En esta ocasión no tengo muy claro aún si es como los de antes o en realidad está siendo un verano como van a ser los de ahora en adelante.
El hecho cierto es que este veranito se está despachando con modales escasamente agradables con, o contra, nosotros. Me refiero a los que usamos la moto y nos gusta hacerlo habitualmente. No es que seamos desafortunados por ello, para nada. Más afectados con los rigores de estos días son quienes trabajan a la intemperie bajo este sol de justicia, a veces sin protección y aquellos que tengan que hacerlo por obligación profesional. Nosotros, al fin y al cabo, no tenemos que realizar apenas esfuerzo físico para usar nuestra moto y lo hacemos voluntariamente. Tampoco olvido a quienes han de utilizarla ineludiblemente de manera profesional en estos días, menudo esfuerzo.
Se da una curiosa y adversa circunstancia, y es que la práctica totalidad de nuestras estimadas monturas mecánicas vienen equipadas de serie, y sin haberlo pedido, con un sistema gratuito de calefacción, tan impertinente como inútil para nosotros. Se denomina técnicamente “sistema de refrigeración” del motor. Pero solo del motor, claro, de ese tipo de motor llamado de explosión o de combustión ¿interna? Esta es una de esas asignaturas que, en mi opinión, tienen pendiente de superar los fabricantes de motos. Otra sería, por ejemplo, la luz trasera antiniebla. Artefacto sencillo de implementar que nos haría visibles mucho antes para otros conductores en esas circunstancias.
Resulta que para refrigerar el motor se trata de evacuar el calor del mismo al exterior, hasta aquí bien. Pero con tan mala suerte para nosotros que en invierno nos resulta del todo inútil para calentarnos siquiera levemente, y eso que vamos prácticamente encima de ese motor de combustión.
Pero ¡Ay! en verano…¡es justo todo lo contrario!. Todo ese calor, inútil en invierno, es aprovechado con absoluta eficacia para recocernos en sentido ascendente al tiempo que “Lorenzo”-el sol- se ocupa de hacerlo en sentido inverso.
Seguro que todos habremos exclamado, este verano sin ir más lejos, alguna vez en modo gruñido:”para qué habré sacado la moto hoy…”.
Por si esto no fuese suficiente a efectos térmicos, al ir en moto debemos protegernos adecuadamente añadiendo al impertinente sistema de calefacción, antes citado, las prendas necesarias con sus correspondientes protecciones. A decir verdad este equipamiento también nos protege de las elevadas temperaturas que irradia el asfalto de la carretera, por inverosímil que parezca. Pero no es menos cierto también que dicho equipo impida que nuestro calor corporal se disipe hacia el exterior pasado un tiempo –que no es mucho-, de tal modo que lo vamos acumulando y aumenta nuestra sudoración, ésta a su vez ya no se elimina del interior de nuestras prendas. Y así sucesivamente…
El resultado, en términos seudoculinarios con permiso de cocineros y restauradores, vendría a ser algo como: Guiso veraniego de motero. Póngase un motero ibérico equipado con todos sus ingredientes sobre una moto en marcha, en unos quince minutos se obtendrá un exquisito “Asado al punto de motero ibérico en salsa recauchutada de pinrel, con reducción al eau de sobac con jugo de entrepierna” téngase especial cuidado de no sobrepasar el tiempo de cocción o solo quedará un concentrado de salsa desprovisto de personalidad, plano, sin matices…
Este proceso finaliza única y exclusivamente un tiempo después de haber parado la moto, y siempre y cuando hayas podido despojarte de toda la indumentaria, ropa interior incluida, tras una buena ducha.
Conclusión: si no podemos vencer al calor, lo mejor será evitarlo.
Viajemos en las horas menos calurosas y siempre bien hidratados, las noches veraniegas viajando en moto suelen resultar una agradabilísima experiencia. Por lo general muy refrescante a la par que romántica (esto último solo en ocasiones).
Si esto no es posible pues reconozcamos humildemente que las motos no son para el verano, al menos para “estos veranos”. Creo que las bicicletas tampoco, con permiso de D. Fernando.
Disfrutemos de nuestras motos siempre que podamos (y de las bicis también, quienes las tengan).
V’s y buenas rutas para tod@s.
Miguel Ángel Serna
Vicepresidente