La razón de tan alta siniestralidad podría estar relacionado con la falta de flexibilidad y adaptación de los robots a los entornos cambiantes. El factor humano, la capacidad de tomar rápidas decisiones ante situaciones muy diversas e inesperadas no puede reproducirse con un sistema que obedece estrictamente a la ley todo el tiempo.
Esto no quiere decir que los vehículos autónomos deberían desobedecer la ley en alguna ocasión, sino que se le debería enseñar la capacidad de adaptar la ley a los diferentes escenarios. Y eso, hoy por hoy, es algo que solo pueden hacer los humanos.
Uno de los problemas se lo encuentran cuando los coches autónomos se incorporan a una vía cuyo tráfico en general circula a una velocidad muy por encima de la legalmente establecida. Entonces es dilema de los programadores es, ¿enseñamos a los coches a saltarse la ley de seguridad vial para no causar accidentes?
Raj Rajkumar, co-director del laboratorio de desarrollo de Conducción Autónoma de la GM-Carnegie Mellon, ha decidido atenerse a obedecer la ley a rajatabla. Y el modelo funcionó hasta que tuvo que incorporarse a una carretera congestionada y realizar el cambio de carril tres veces hasta encontrar la salida en tan solo 140 metros. Al final el conductor acompañante tuvo que tomar el control de vehículo para conseguirlo.
En casi todos los casos en los que hubo un accidente, fue causado por un coche conducido por un humano que golpeó por detrás al vehículo autónomo. Los conductores más agresivos no están acostumbrados a toparse con uno que sigue todas las reglas.
Los programadores también tienen que lidiar con la toma de decisiones de vida o muerte ante una situación de riesgo inminente. En Bloomberg se resumen en una situación extrema ¿tiene el coche autónomo que desviarse a un acantilado para no chocar con un autobús escolar repleto de niños?
Esa es una pregunta que no tiene fácil contestación y la primera empresa que está desarrollando la ética de los coches robot es Google. Su coche autónomo es el primero que trata de adaptarse de forma natural al tráfico, independientemente de la agresividad de los conductores humanos.
Otro de los problemas son los reflejos del vehículo autónomo, mucho más veloces que los de un ser humano, por lo que su reacción ante una usurpación repentina de un paso de peatones es casi instantánea, mientras que la de los conductores humanos que le siguen pueden no tener tan buenos reflejos a la hora de reaccionar y… ¡siniestro!
Todavía queda un largo camino para la implantación definitiva de los coches autónomos, no hay que olvidar que es una máquina y por lo tanto susceptible de averiarse o de que el sistema se quede “colgado” en el peor momento.
Imagen: Firebird VI, el primer coche autónomo de 1964 se movía con un motor de turbina alternativo y era capaz de moverse de forma autónoma en autopistas electrónicas. El vehículo disponía de televisión y asientos giratorios conformando un espacio vital en el que convivían todos sus ocupantes.
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