Obstáculos, miedos, limitaciones y averías no impidieron al aventurero español recorrer desde Europa hasta Asía Central, para llegar a Tierra Santa y comprobar que lo único que sabe seguro es que “el mundo está lleno de fronteras” y que hay que cruzarlas para ver lo que hay al otro lado.
Navegar pos sus páginas es adentrarse en las aventuras de un motero descritas de modo directo y sin florituras. Su experiencia que no atiende a limitaciones o a la prudencia nos permite explorar tierras sin límite a modo de un moderno conquistador español.
Aunque en esta ocasión sus tres carabelas se reducen a una sencilla bóxer de BMW - de segunda mano con 70.000 kilómetros en el marcador y 100 caballos bajo su puño -. Más que suficientes para salir desde Madrid y recorrer Francia e Italia, descubrir las maravillas de Eslovaquia y Hungría o una peligrosa y decepcionante Ucrania donde siente la desesperanza del viajero.
La aduana de Kazajistán se le hace eterna hasta llegar a los mercados negros de Uzbekistán, desde donde toma rumbo a Azerbaiyán y Georgia para llegar a Turquía donde encalló en Estambul degustando varios vinos que le pudieron haber convertido en musulmán.
Tras cruzar por las conflictivas Siria y el Líbano recaló en Tierra Santa (Israel), donde su BMW (alemana) no era vista con los mismos ojos que en Occidente. Allí su viaje tocó a su fin, pero no sus ganas de viajar. Silvestre ha dado la vuelta al mundo en moto y recorrido más de noventa países, seguro que la carretera aún le depara aventuras sin fin.
Fuente: Miquel Silvestre