La economía tiene sus propias reglas, y conseguir un casco tecnológicamente muy avanzado no ha sido suficiente para captar los fondos suficientes que necesita toda empresa en sus inicios. El ambicioso proyecto de Skully, un casco inteligente de realidad aumentada, ha sufrido años de retrasos en su desarrollo y finalmente los problemas financieros han impedido la puesta en marcha de su comercialización.
La falta de dinero en efectivo paralizó las operaciones, y los intentos de vender la tecnología en el último momento a la china Leeco no han fructificado.
Por desgracia hay miles de clientes-inversores que ya habían abonado el importe para ser los primeros en adquirir una de estas joyas de la tecnología. Al declararse en bancarrota, el capítulo 11 implica que no tienen obligación de reembolso de los importes cobrados.
Este evento nos muestra los verdaderos peligros de invertir en una empresa emergente mediante sistemas de crowdfunding. Muchas veces el dinero recaudado no es suficiente para lanzar el producto, bien sea por la ineficiente gestión de los recursos por parte de los emprendedores (compra de coches de lujo y alquiler de apartamentos en zonas de alto standing de San Francisco), o por un reclamo de fondos insuficiente (que no es el caso pues Skully recaudó 15 millones de dólares entre inversores y clientes de prepago).