Desde que Pere Navarro abandonara la DGT no se ha implementado ninguna “auténtica política” que vaya encaminada a la reducción de la siniestralidad. Esto indica que las rebajas de siniestralidad de los últimos años han sido un mero espejismo fruto del descenso del número de conductores en la carretera debido a la crisis económica.
Menos motos en ruta de fin de semana, menos kilómetros recorridos, menos densidad de tráfico, llevan a unas cifras de siniestralidad ideales. Pero cuando esta situación se revierte, su mágico influjo sobre la siniestralidad queda patente.
Aunque todo el mundo reclama un pacto por la seguridad vial entre los grupos políticos, esto no será posible mientras que los intereses particulares dominen sobre el interés de la nación. Unos intereses particulares que han llevado a la parálisis política y nacional. Tenemos un Gobierno (en funciones), un director de Tráfico (en funciones), y una crisis de liderazgo (crónica).
Mientras, cada año mueren más de 1.500 personas en las carreteras, y el verano ha finalizado con más víctimas y más muertes: 253 fallecidos desde el 1 de julio al 31 de agosto, lo que representa un incremento del 12% respecto a 2015. Aunque ciertamente es un incremento menor que el 25% observado en marzo de 2016, en lo que llevamos de año la siniestralidad en nuestro país se ha incrementado un 12%, mientras que en Alemania ha descendido un 9%, ¿tendrá algo que ver la política?