Mientras los coches autónomos se convierten en habituales, las carreteras del mañana tienen que comenzar a gestarse hoy. Las vías necesitarán una fuerte inversión en señalización y adaptación a las nuevas tecnologías.
La llegada del vehículo autónomo llegará a su plenitud en 2030. Pero su entrada será muy gradual y se consideran 5 etapas de sucesiva implantación que podremos ver en los modernos años 20 de este siglo: a partir del nivel 3 el conductor podrá pasar la responsabilidad de la conducción a la máquina pulsando un simple botón. Algo que ya consigue el Audi A8 en autovía a velocidades de hasta 60 km/h.
En el nivel 4 se puede ceder la responsabilidad en un determinado entorno prefijado (ej. autovías y autopistas). Pero el objetivo es alcanzar el nivel 5 de autonomía en el que el vehículo puede sustituir al conductor bajo cualquier condición de tráfico.
Antes de llegar a dicho nivel de automatización habrá que actualizar el `Código de Circulación´, que en la actualidad no permite una actitud que se considera temeraria “dejar de sujetar el volante”.
Además, hay que contar con un código ético que sirva a los programadores de los vehículos para crear las directrices de actuación en caso de situaciones de tráfico conflictivas. El Gobierno alemán ha aprobado el primer código ético relacionado con los vehículos autónomos y su relación con las personas en caso de accidente. En él se indica expresamente que la vida de las personas está por encima de cualquier otro parámetro y que no se tendrá en cuenta razones discriminatorias en función de edad, sexo, constitución física o mental.
El Comité de Ética del Ministerio Federal de Transportes e Infraestructuras Digitales de Alemania (BMVI), también aclara que la conducción autónoma tendrá preferencia sobre la humana si se demuestra que contribuye a reducir las muertes por accidente.
Algo en lo que de momento las infraestructuras no acompañan, por lo que el grueso de la actividad autónoma recae sobre el propio vehículo. En el futuro tendrá que haber una compleja red de información entre las señales de tráfico, la carretera y los vehículos. Según Bosch, la inclusión del Internet de las Cosas (loT) en la red viaria costará 3.000 millones de euros.
Los mapas de GPS deberán ser mucho más precisos. En la conducción autónoma los errores de varios metros pueden suponer un coste en accidentes muy elevado. Los datos y la información se convierten en un factor determinante para la correcta gestión y planificación de los servicios públicos.
Un ejemplo de ello es el proyecto de investigación desarrollado en la ciudad holandesa de Dordrecht, que muestra la utilidad de este tipo de tecnologías de información aplicadas al tráfico para la detección de las rutas más regulares, y por tanto congestionadas según hora y día de la semana.
Claro que todas estas tecnologías tienen un lado oscuro, y de la gestión del tráfico pueden pasar a otros usos como el control estatal de los movimientos de los individuos o la publicidad a medida.
Mientras se investiga en la estandarización de los sistemas de comunicaciones entre vehículos y la infraestructura con el fin de que todos hablen el mismo idioma independientemente del fabricante o el país. La iniciativa C-MOBILE enmarcada en Horizon 2020, trata justamente de eso. Ciudades como Barcelona, Bilbao y Vigo ya se encuentran realizando ensayos.